La primera vez que escuché a Soda Stereo fue en 1985. Tenía 12 años y estaba por terminar la primaria. Eran los primeros días de diciembre y me preparaba para irme de viaje de egresados con mis compañeros del colegio. Estaba en mi habitación escuchando la radio Rock & Pop y de repente apareció una intro de guitarra y teclados que me llamaron la atención. El bajo y la batería sonaban fuerte, moderno, bailable. “Lo nuevo de Soda Stereo, ‘Nada personal’”, anunció el locutor de turno. Siempre tenía un casete TDK a mano para grabar esas perlitas de la radio. Pude registrar una parte.
En el viaje en micro aparecieron casetes que escuchaban mis compañeros con temas como “Tira para arriba” de Zas, cuya versión en vivo sonaba mucho por esos días, del disco Rockas Vivas. En el equipo apareció “Te hacen falta vitaminas”, por su sonido new wave, con referencia a The Police y al ska, me llamó la atención ¿Qué es? “Soda Stereo” me respondieron. No había internet ni redes sociales. Me cerró el círculo. El trío formado por Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti tenían un álbum debut que sonaba mucho.
De regreso del viaje junto a mis compañeros, fui rápidamente a la disquería para comprarme ese primer casete de Soda. Vi la tapa y me atrapó: un dibujo con los tres integrantes, esos raros peinados nuevos, el nombre como de una marca de gaseosa en amarillo, y unas líneas de colores que atravesaba la cara de Zeta, el bajista. Para colmo, a los pocos días, me encontré con esa misma imagen pegada en un cartel en la esquina de mi casa. El grupo se iba a presentar en un boliche de mi ciudad, Quilmes.
Esas primeras canciones las escuché varias veces en vivo, en recitales históricos, como Obras, Vélez, y hasta en River. Gracias a la profesión, pude hablar con ellos sobre ese primer disco que tanto me había atrapado con esos hitazos como “Por qué no puedo ser del Jet Set”, “Te hacen falta vitaminas”, “Dietético”, “Trátame suavemente”- esa obra magnífica de Daniel Melero que escribió mientras miraba en televisión un discurso de Leopoldo Galtieri, en plena Guerra de Malvinas- o hasta la divertida “Mi novia tiene bíceps”.
“Grabamos en los estudios de CBS que eran enormes, recuerdo que el control estaba arriba, con consolas antiguas. Había cambio de turnos de los ingenieros y teníamos que empezar a grabar de cero. Por ahí estábamos un día para grabar un tema”, me contó Charly Alberti sobre el registro de esas primeras canciones. Federico Moura, recordado cantante de Virus, fue el productor musical elegido para acompañar a los Soda. “Un artista que nos daba tranquilidad y seguridad. Tenía un vuelo brillante. Distribuyó muy bien las energías”, me contó Zeta Bosio sobre su participación.
Modernos y disruptivo, el trío tuvo su primer videoclip antes de la salida del disco debut. Esa formación publicitaria de Cerati y Zeta fue fundamental a la hora de transmitir el mensaje visual que impuso el grupo. El trabajo de algunos de sus compañeros de estudio en el aula de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad del Salvador marcó todo este concepto. Por ejemplo, Alfredo Lois dirigió el mencionado video como tantos otros donde se encuentran “Cuando pase el temblor” y “En la ciudad de la furia”, entre otros. O las increíbles puestas en escena que llevaron a Soda a estar al nivel de los grupos internacionales.
Todavía conservo el vinilo y el casete del primer disco de Soda Stereo. Es parte de aquella adolescencia efervescente que vivimos los de mi generación, a mediados de los 80, a la que recordamos como una época de oro para el rock argentino y que llegó a toda América. Soda Stereo, 40 años ¡Salud!
*Por Carlos “Cuchi” Prat.