Taradas y tarados, pónganse de pie para recibir la bendición de nuestro señor Dios. Porque se viene la Semana Santa, esa fecha en que se conmemora uno de los episodios más asombrosos de la historia de la humanidad: el día en que Dios murió, pero sólo por 3 días eso sí.
Sería interesante saber qué beneficio tuvo su resurrección al tercer día, porque no es precisamente alguien muy preocupado de los destinos de su creación. Entonces, si está muerto o vivo da bien lo mismo a estas alturas del campeonato.
Pero esta columna no es para blasfemar ni crear conflictos teológicos, es para decir que la Semana Santa me parece el mejor feriado del año. Supera con creces a la Navidad y el Año Nuevo, porque nadie la entiende y además no hay que hacer nada obligado. Es decir, no hay que comprar regalos para entregarlos a personas detestables, tampoco hay que esperar las 12 de la noche junto a personas detestables para desearles un feliz año y abrazarse de manera sentida y emocional.
No. La Semana Santa es un culto a la vagancia. Para ver películas de Cristo y su paso por este mundo, siempre con el mismo final. Por ejemplo, está la maravillosa versión de Franco Zeffirelli, el clásico “Jesús de Nazaret”, más larga que discurso de Fidel Castro. Pero, sin duda, una verdadera joya, con un elenco de lujo, sólo superestrellas de Hollywood.
Hay una versión de Pier Paolo Pasolini, pero debo reconocer que nunca la he visto, no despierta mi interés, así que con esa película yo paso…lini. Por otra parte, está la sanguinaria “Pasión de Cristo”, Mel Gibson, hablada en arameo y que relata las últimas horas del barbón en la Tierra. Esta película es una orgia de sangre y ultraviolencia maravillosa. Lo divertido de la fábula cristiana es que se supone que relata el amor de un padre a su hijo, o sea de Dios a Jesús. El punto es que Dios, como padre, deja bastante que desear: abandona a su hijo y lo deja tirado a su propia suerte en la Tierra, desde su nacimiento.
En rigor, la gestación de Cristo es prácticamente un delito. Dios engaña una noche a una joven niña (menor de edad) llamada María y bajo el artilugio de decirle que él es el Espíritu Santo procede a satisfacer sus más bajos instintos carnales. María queda embarazada y nueve meses después da a luz, en un piojento pesebre de los territorios ocupados por los israelíes, a Jesús, un vago que vivió de sus padres hasta la edad de 33 años. Nunca puso un peso en la casa. Como Dios, el padre biológico, andaba preocupado de sus negocios (era una especie de Elon Musk de la época, pero con menos poder y capacidad económica) se hace cargo del guacho un humilde carpintero llamado José, o Pepe para los amigos, con quienes bebía en las tabernas de Nazaret y contaba su triste historia de vida a los obreros que oían aburridos noche tras noche el relato.
Contaba cómo era su existencia viviendo con María, que no dejaba que José le tocara ni siquiera un pelo, lo que tenía al pobre carpintero con los nervios de punta las 24 horas del día. En fin, podría seguir por horas contándoles la verdad que la Biblia trata de ocultar, respecto a la verdadera historia de Jesús, pero debo dejarlos para ir a comprar pescado fresco antes que los mercaderes del templo lo suban de precio.
¡¡¡Alabado sea el Altísimo… y el Bajísimo también!!!
PD: Les aconsejó la película “La vida de Bryan”, de los fabulosos Monty Python, un imperdible y hereje film para gozar en la Holy Week.