Tarados y Taradas, ¿cómo van sus vidas? ¿Han logrado cumplir los objetivos que se plantearon en su juventud? ¿Se sienten plenos en todos los ámbitos de sus existencias? ¿Si volvieran a nacer qué cambiarían?
¿Por qué parto esta columna con estas existenciales preguntas? Porque en este mes de febrero, donde por este lado del mundo a pesar de los sucesos que sacuden al planeta, las grandes preocupaciones son: la ola de calor y las vacaciones. Y como el clima, a diferencia de esa niñita llamada Greta, no me provoca ni el más mínimo interés; y las vacaciones son un gusto de la pequeña burguesía a la cual no pertenezco, he dedicado estos días a meditar sobre el mal endémico de nuestra latinoamericana sociedad: el preguntar por todo. Y, tras obtener la respuesta a lo preguntado, el opinar.
Durante gran parte de nuestras existencias, los habitantes de América del Sur nos ocupamos en desarrollar ese inútil ejercicio. Por ejemplo, las conversaciones generalmente empiezan con un “y si yo no hubiera ido ese día a la fiesta” y blablablá. O después de explicar un punto de vista sobre algo, un punto de vista lleno de argumentos, cifras y estadísticas irrebatibles, se hace la pregunta: ¿Y qué crees tú?, derribando en esa pequeña pregunta todo lo argumentado anteriormente.
Es por eso que, por estos días de ocio veraniego, dediqué mi tiempo libre, que es en lo único que ocupo mi tiempo, en hacer absolutamente nada. Ver películas del director finlandés Aki Kaurismäki, del cual no daré mayores detalles biográficos porque si les interesa los pueden buscar ustedes mismos. Sólo diré que en las películas de este señor nunca suceden cosas excepcionales. La gran mayoría de sus historias transcurren en la gélida Finlandia, cuyo clima parece traspasarse a las personas que habitan dicho país, dándoles la característica de no tener emociones, de no preguntar tonterías, de no opinar sobre nada. En las películas de Kaurismäki, las cosas simplemente suceden y los personajes reaccionan mínimamente a lo sucedido. Para graficar esto, en su último film llamado Hojas de Otoño, el protagonista conoce a la protagonista y rápidamente terminan en la cama. En un momento ella le dice: ¿harás como todos los hombres y te irás? Y él, mientras fuma y mira el vacío que provoca el post sexo, le responde con absoluta seguridad: “No, estaremos juntos para siempre”, dando por cerrada la conversación, sin la más mínima duda de parte de ambos que así será.
Para ir terminando estas líneas y volver a lo que me ocupa, es decir, a nada, creo que sería un excelente ejercicio que por lo menos un día a la semana, en este lado del mundo, nos convirtiéramos en personajes de alguna película de Aki Kaurismäki y dejásemos las emociones y sentimientos de lado para gozar por 24 horas del paraíso del silencio y la gelidez existencial. Y el no preguntar ni opinar de absolutamente nada.
Chao taradez.