Bitácora

Rock y nostalgia: Cuando lo pasado se convierte en presente

Hace algún tiempo el músico argentino de rock Fito Páez llenó en días consecutivos el estadio de Vélez, ubicado en el barrio de Liniers, en Buenos Aires, reuniendo a casi 100 mil personas. El artista celebró los 30 años del lanzamiento de su trabajo más icónico: “El amor después del amor”. ¿Será un fenómeno? O realmente lo pasado siempre fue mejor.

“Cuando nos ponemos nostálgicos, recordamos un pasado idealizado en una combinación de muchos recuerdos diferentes, todos integrados, en cuyo proceso se han filtrado todas las emociones negativas”, escribió el neurólogo y psiquiatra Alan R. Hirsch. Y no sólo sucede en el ámbito personal, sino que esto también ocurre con nuestros gustos y recuerdos musicales.

Y para argumentar mejor esta idea, hace pocas semanas, un doctor de la Universidad de Harvard, llamado Seth Stephens-Davidowitz, reveló que es en la adolescencia cuando escuchamos “la canción que definirá nuestro gusto musical”. El profesional comprobó que son las mujeres quienes determinan primero su gusto musical (11 a 14 en promedio), mientras que los hombres lo hacen, como siempre, después (13 a 16 en promedio).

Por lo tanto, que muchos grupos o solistas del pasado sigan teniendo una afinidad letal con sus fanáticos tiene mucho que ver con estas afirmaciones científicas. Y si a eso además le sumamos el traspaso de ese gusto musical hacia las nuevas generaciones, el éxito para los artistas es total.

En 1992 y luego de años a la deriva, el músico trasandino Fito Páez lanzó su álbum más connotado: “El amor después del amor”. Fuera de todo pronóstico, el trabajo se convirtió en el disco más vendido en la historia del rock argentino (más de un millón de unidades vendidas), agendado muchas presentaciones, siendo las más relevantes las del 24 y 25 de abril de 1993, con un estadio José Amalfitani (ubicado en la localidad bonaerense de Liniers) colmado.

Treinta años más tarde, el rosarino celebró su disco con muchos shows en diferentes países latinoamericanos. En Chile, se presentó con gran éxito en el Festival de Viña del Mar y en el Arena Santiago. Tras eso, siguió la buena energía para Páez, ya que la cadena Netflix sacó un biopic del músico, donde cuenta cómo se forjó como artistas y sus penas y alegrías arriba y abajo del escenario.

Por otra parte, también sumidos en este fenómeno de la nostalgia, la banda Divididos (1988), también realizó un concierto, con igual éxito, festejando sus 35 años de existencia. El trío trasandino, formado por Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Catriel Ciavarella, no tocaba en estadios abiertos hace 30 años. Y también tuvieron una pasada por nuestro país. El grupo Memphis La Blusera (1978) también anunció tocó, tanto en Chile como Argentina.

Por su parte, en Chile no ha aparecido en demasía, salvo la vuelta tras 10 años de silencio, de la banda Los Bunkers. Pero el quinteto de Concepción salió a escena tras los años 2000 y no en la década del rock de los ochenta. En Argentina, están volviendo algunos; en Chile, casi nadie.

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