Con Pelo en la Lengua

Una noche en Sodoma (Parte 3)

Nueva Orleans, octubre 31, 1978. Regresamos al lujoso y señorial hotel Fairmont, donde un portero de color nos recibe con elegante librea y sombrero de copa. ¡Llegó la hora!, teníamos que bajar hasta el salón donde se desarrollaría la fiesta. Antes, hubo reunión de argentinos en la habitación de Badía, nos probamos unas máscaras y nos sacamos fotos, selfies ¡¡en los 70!! Estábamos emocionados, todavía con la adrenalina muy arriba después de semejante show. Sabemos que la producción de la fiesta salió a contratar a muchos de los actos que animaban los boliches del barrio francés. La noche promete.

El acceso al gigantesco salón está custodiado por dos policías de uniforme y poderosas Magnum, como las del film “Dirty Harry”. Entramos, hay muchísima gente y de fondo se escucha un loop con los temas “Fat Bottomed Girls” y “Bicycle Race”, un single doble lado A, adelanto del nuevo álbum cuyas letras están vinculadas.

El lugar luce fascinante, con paredes revestidas de árboles y un inmenso galeón de madera donde había toneladas de comida y toda clase de bebidas. El ambiente es distendido, acorde con la elegancia del hotel, todavía con mayoría de personajes de la industria musical, muchos trajeados, repartidos en mesas redondas prolijamente adjudicadas. También hay chicas, muchas, bellas, jóvenes y bastante aligeradas de vestuario. Un personaje local sentado en nuestra mesa nos advierte que “no todas son chicas…”. Recuerden que estamos en 1978.

Un grupo nutrido de invitados parece estar viendo algo atentamente, nos acercamos y descubrimos varios televisores gigantes -como los de antes-, unos mamotretos enormes, como de 50 pulgadas. En las pantallas, las imágenes de los dos videos del single, en versión sin censura de las chicas culonas en bici. Empezó bien la fiesta.

La ansiedad limitó el apetito a pesar de la gran variedad y cantidad de comida, especialmente del tipo local: cajun y creole. Gastronomía que ilustra la cultura de la ciudad, y que probamos apenas; no así el alcohol… Cerca de la medianoche, estábamos hablando, charlas cruzadas entre apuntes del show y las chicas que no son todas chicas, cuando se abrieron de par en par los inmensos portones del salón y comenzó a entrar una orquesta de Dixieland, la Olympia Brass Band, tocando a pleno, con otros personajes “raros” y, entremezclados, vemos fugazmente a Queen con su séquito.

Trato de descubrir a los músicos, Brian May impone su altura y es el primero que vemos con una campera gris de cuero y su enrulada melena. Cerca iba Freddie con una colorida camisa leñadora roja y pantalón de cuero negro con tiradores. Detrás, casi pegado, John Deacon, vestido como un tipo común de calle, con la cabeza rapada y llevando del brazo dos mujeres vestidas de monjas. El último es Roger Taylor, con un traje claro, camisa negra y anteojos de sol, el más rockstar de todos.

Lo que ocurrió a partir de ese momento cimentó la leyenda sobre la fiesta más descontrolada del rock. Se dijeron muchas cosas, sólo puedo dar fe de lo que vi. A medida que la noche avanzaba el pudor y la ropa fueron desapareciendo, un trío de mujeres muy corpulentas agitaban sus culos ante los rostros de los invitados con un recordatorio poco sutil de que el título de la fiesta era Una noche en Sodoma, y que el clima de desnudez se fue extendiendo tanto que alguien señaló que estábamos en Nude Orleans… Strippers, toda clase de bailarinas exóticas, malabaristas, contorsionistas, lanzallamas, Drag Queens, mujeres gordas de color (negro) desnudas, transexuales, enanos, prostitutas de ambos sexos, toda una fauna variopinta lanzada a mostrar sus exóticas habilidades.

Frente a nuestra mesa, una mujer sentada en una silla nos muestra como fuma con su vagina, mientras un grupo de hombres y mujeres se trenzan en lucha en una pequeña pileta llena de ¿barro? Alguien dice que es hígado crudo, mientras sin ningún pudor inhala cocaína. Y no es el único, la desnudez y la coca se extienden sin límite entre los invitados.

Pero llegó el momento de saludar a la banda, en realidad a Brian May, ya que Freddie apenas saludó y se alejó. El guitarrista nos saluda, tiene un porro en la mano que cortésmente nos invita a compartir. Roger y John no se acercan, y May asegura que la banda sabe que tienen fans en Argentina y promete ir a Sudamérica. Regresamos a la mesa, al pasar vemos a Freddie firmando pechos y culos de las chicas, está exultante, esta es la fiesta que él quería tener, una genial Noche en Sodoma.

Nosotros estamos shockeados por todo lo que estamos viviendo a medida que transcurre la noche, un escenario fellinesco y decadente con todo el glamour del rockanroll instalado en la ciudad del jazz. Los músicos decidieron que era hora de partir, Deacon y Taylor lo hicieron discretamente, también Freddie se marchó con un par de amigos para darse una vuelta por Bourbon Street, la calle más animada del barrio francés. Brian May fue el último en irse, luego de ensayar algunos movimientos en la pista de baile.

Es madrugada y decidimos que es hora de partir. En el ascensor una chica nos ofrece sus servicios personales, y muestra sus pechos para fortalecer la oferta. Le damos las gracias, pero nos quedan apenas un par de horas de descanso porque ese mediodía tenemos conferencia de prensa con Queen. Esa es otra historia.

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