Bitácora

David Lebón y “La magia de estar aquí”, el libro de anécdotas con Pappo, Spinetta y Charly

A finales de los setenta, David Lebón andaba en su moto por los alrededores de Ferradura (en Buzios) y llegó a una especie de túnel de plantas que desembocaba en un sitio que bautizó “la playa de los boludos”. “Le puse así porque el mar rompía muy fuerte contra una pared y era un lugar perfecto para suicidarse”, evocó. Después volvía a la casa que alquilaban con Charly García y se iban a bucear para conseguir su almuerzo. “Sacábamos erizos y los comíamos con limón”, contó.

En ese paraíso nació, entre otras canciones, Seminare. Estas anécdotas y muchas más forman parte de “La magia de estar aquí” (Editorial Planeta), el libro que está presentando Lebón, uno de los músicos más respetados y queridos del rock local.

–En el libro describís una relación muy linda con tu mamá. Nació en China, sus padres eran rusos, escapados de la Revolución Bolchevique; ella fue paracaidista con los Aliados y terminó viviendo en Estados Unidos. ¿Te contaba historias de la guerra?

–“Sí, desde muy chiquito me contó. Yo fui muy consciente desde los dos años. Estaba siempre atento a todo y entendía. Eso me lo regaló “el creador”. Siempre fui muy consciente del amor y del dolor. Si mis padres discutían, yo lloraba; si se besaban también me ponía a llorar e iba corriendo a abrazarlos. Cuando era chico yo veía mamás que le daban el pecho a sus hijos. Ella no podía darme la teta. Los nazis la torturaron, le lastimaron el pecho. Horrible (se le caen las lágrimas)”

Una pastafrola y un avión perdido

En el libro, David Lebón narra que en 1971 Pappo le pidió que fuera a España, donde lo esperaban con Ciro Fogliatta y su cuñado. David vendió todo lo que tenía para comprar el pasaje. Cuando finalmente estaba en el avión, hizo una escala en San Pablo y se perdió la conexión porque se quedó fumando en el baño. “¡Sólo tenía cinco dólares y una pastafrola que había hecho la hermana de Ciro!”, contó.

Cuando finalmente llegó a Madrid con la pastafrola, cayó en la cuenta de que Pappo y los suyos no vivían en un apartamento, sino a la intemperie, en la Plaza Mayor. “Mendigábamos, limpiábamos baños y lavábamos platos para vivir”, narró.

–¿Y con Spinetta te pasaba lo mismo?

–“Hay un idioma entre los músicos, un idioma que no son los acordes. Con Luis era con quien más hablaba, teníamos unas charlas increíbles en la cocina de mi abuela. Nos quedábamos hasta las cinco, seis de la mañana. Nosotros ensayábamos en la casa de Luis. El padre era un ser espectacular y le encantaba el tango. Me acuerdo que cuando llevábamos los instrumentos y empezábamos a tocar, el papá de Luis decía “esperen un poco, déjenme sacar a los pajaritos que, cuando ustedes fuman eso que fuman, ellos después me cantan cualquier cosa”.

Tres veces fue Charly García a visitar a David para convencerlo de que fuera con él a componer a Brasil. “Al tercer día que vino trajo medialunas y al final acepté. Con Charly tenemos una sintonía inmediata, aunque seamos totalmente distintos”, escribió Lebón en el libro.

Con la llegada a Buzios de Pedro Aznar y Oscar Moro se completó la piedra fundacional de Serú Girán. “Al final estuvimos más de un mes sin instrumentos porque nunca llegaron los que nos habían prometido que iban a enviar. Sólo estaba la guitarra acústica que usamos para sacar Seminare, que fue el primer tema que hicimos”, rememoró el guitarrista.

–En el libro cuentas el nacimiento de Serú en Buzios.

–“Fueron maravillosos, pero al principio no quería ir porque recién habían nacido mis primeros hijos y yo siempre llevaba a la familia encima. En ese momento yo estaba con Polifemo, bastante tranquilo, pero Charly me convenció. No lo conocía mucho, no éramos íntimos. Yo era mucho más amigo de Claudio Gabis, de Alejandro Medina, de Javier Martínez… Pero bueno, nos fuimos a Buzios y ahí me di cuenta de que Charly no era sólo “un poco inteligente”, era la inteligencia con patas. En ese momento él estaba saliendo con María Soca, con quien fuimos muy amigos. Buzios era un lugar ideal para componer un disco nuevo”.

–¿Cómo fue la composición de Seminare?

–Charly me mostró el tema y me dijo: “compuse este tema porque pensé en vos, yo creo que este tema es tuyo”. Él empezó a componer canciones para que yo pusiera mi guitarra de rock y mi voz. Hace unos años me llamó por teléfono y me dijo en broma: “te regalo Seminare, en serio, pero no lo de Sadaic; te regalo el tema nomás”.

–¿El peso creativo de Charly opacó tu carrera solista o la potenció?

–A mí me ayudó mucho porque, hasta conocer a Charly, lo único que me importaba era hacer solos de guitarra. Componía canciones con solos bien largos. Con Charly me empezó a gustar la búsqueda de acordes clásicos. Y él era todo clásico porque venía de esa formación desde los tres años. A los seis ya era profesor de piano. El tipo tenía oído absoluto. Hacía tintinear un vaso y te decía: “acá sonó un Fa sostenido”.

–Si tuvieras que elegir un momento de plenitud artística en tu carrera, ¿cuál sería?

–Yo creo que todos los grupos en los que estuve tuvieron esa plenitud artística. Me acuerdo especialmente de una banda que se llamaba Seleste, que era un grupo de canciones devocionales y siempre salía volado de los conciertos.

–En el prólogo del libro, Pedro Aznar afirma que vos tienes “duende” (una expresión del ámbito del flamenco para describir a alguien que tiene un encanto especial, un magnetismo). ¿A qué piensas que se refiere?

–El corazón, se refiere al corazón. Es decirle “no” a la cabeza. Pedro es muy intelectual y yo soy cero intelectual. No me pregunten si dos más dos es cuatro. Para mí debería ser veintidós, así todos tendrían más plata. Cuando tengas un rato, sentate y respirá. Escuchá y “mirá” la respiración. Yo tengo un tema que dice “con los ojos cerrados me ves mejor”. Cuando inhalás, estás haciendo que entre tu creador. Cuando exhalás, soplás el infierno para afuera.

Fuente: La Nación (Argentina).

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