Luego de un exitoso debut discográfico en 1984, Soda Stereo se enfrentó al desafío del temido segundo disco. El trío había pasado con sobresaliente el lanzamiento de su primer disco de estudio, que tuvo un suceso sorprendente en la audiencia, impactada por la frescura y desparpajo de este grupo que, con sus raros peinados nuevos, se paraba desafiante ante las vacas sagradas del rock nacional.
Pero 1984 quedó atrás y el verdadero desafío estaba en si Soda iba a mantener -o aún superar- el nivel de ese primer registro histórico. Quedó claro que, pasada la primera sorpresa, la audiencia y los medios estaban expectantes de lo que podía venir en un contexto en el que el incipiente movimiento pop-rock se había ganado un lugar relevante en la escena local.
Y si hablamos de contexto, es ineludible no mencionar que 1985 fue -y será- una fecha fundamental en la historia de Argentina. Ese año, el entonces presidente Raúl Alfonsín ordenó detener y someter a juicio a varios militares integrantes de la dictadura, en una acción inédita y revolucionaria para esa época. Juzgar a los responsables de la violación de los derechos humanos y restablecer la noción del Estado de Derecho no era sencillo. Se trataba de la primera vez en la historia que dictadores de un país fueran acusados y juzgados en democracia por un tribunal civil.
La música también tuvo su momento histórico ese año. El 13 de julio de 1985 se realizó en las ciudades de Londres y Filadelfia el concierto “Live Aid”, un evento simultáneo que reunió a 50 de las más destacadas estrellas de la música pop-rock global en un evento para recaudar fondos para paliar la hambruna en Etiopía.
Volviendo a Soda: La grabación de este álbum atravesó varios cambios que serían definitorios para la banda. Luego de trabajar con la productora de Carlos Rodríguez Ares, Soda decidió aceptar la oferta del empresario Alberto Ohanián, que estaba con Luis Alberto Spinetta y disponía de una infraestructura mayor. También alquilaron una quinta en Parque Leloir, un barrio residencial de la Provincia de Buenos Aires, donde podían disponer de un ámbito tranquilo y concentrarse para elaborar el disco.
Otro detalle importantísimo fue el de la elección del estudio. La compañía discográfica quería volver a utilizar el suyo, como en el álbum debut, pero el trío lo rechazó de plano. Había sido una pésima experiencia y consideraban que ya se habían ganado el derecho de acceder a mejores condiciones. Finalmente, se eligió el estudio Moebio, ubicado en el centro de Buenos Aires, con el técnico Mariano López, el lugar y el equipo que Soda quería.
Resultó una grabación completamente distinta, el trío elaboró un sonido más elaborado y poderoso, experimentando con nuevas posibilidades sonoras para cada instrumento, como grabar las partes de la batería por separado. Hablando del nuevo material en los medios, Gustavo Cerati decía sobre el sonido: “El nuevo material es más intimista y crudo, más redondo y equilibrado entre ritmo y melodía”, y sobre las letras: “Estuve buscando algo distinto, con cierta atracción por un efecto agridulce con la música. Los tres trabajamos mucho los arreglos”.
Aunque al principio se barajaron ciertos nombres para producirlo, finalmente todo quedó en manos del trío. Sólo hubo dos invitados, el tecladista Fabián “Zorrito” Quintiero y el saxofonista Gonzalo “Gonzo” Palacios. Richard Coleman, colaborador de la banda desde sus comienzos, aportó a la composición y guitarras en el tema “Azulado”.
Según la mayoría de los medios de la época, “Nada personal” fue lanzado el 21 de noviembre de 1985, en formato disco de vinilo y casete -recién en 1991 se editó en CD-. El arte de tapa fue realizado por otro amigo de la primera hora de la banda, Alfredo Lois, quien cambió el logo de Soda y jugó con imágenes que le sugerían las canciones, aunque el resultado final es algo confuso y no superó el arte del disco debut.
“Nada personal” fue un álbum definitivo consagratorio en la ascendente carrera del trío en Argentina, y el disco con el cual se lanzarían a la conquista de América. Nuevamente sorprendían con una seguidilla de hits, pero ahora con ritmo más negro y atmósferas más densas. El primer single fue “Nada personal”, un himno para estadios que cuestionaba la relación humana con la tecnología de la época, inteligente reflexión sobre la comunicación y el rol alienante de la TV.
Luego fue “Juego de seducción”, culminando con “Cuando pase el temblor”, otro himno que traspasó rápidamente las fronteras. Esta canción tiene un ritmo folklórico de carnavalito electrónico, con un arreglo de teclados de Quintiero simulando las flautas con un sonido extraído de un teclado Yamaha DX7. Esta canción no tuvo video hasta 1986, y fue la llave que terminó de abrir las puertas a todos los países de Latinoamérica. El video dirigido por Alfredo Lois, fue filmado en el Pucará de Tilcara, uno de los numerosos pueblos prehispánicos que se encuentra en la provincia de Jujuy, en el norte argentino, un lugar que Cerati conocía por haberlo visitado de chico con su familia.
En el verano de 1986, “Nada personal” fue editado en Chile, el primer paso de lo que sería un fenómeno artístico único que abrazaría todo el continente, al que luego se sumaron otras bandas locales hasta consolidar el último gran movimiento exportador cultural argentino.